17 de Agosto de 2011
Que estamos viviendo tiempos de cambios, es una realidad incontestable. Cambios de todo tipo: sociales, culturales, ecónomicos, científicos, industriales, estructurales o conceptuales, son algunos de los más relevantes y los que más obvios y perceptibles son a ojos de todos nosotros.
La mayoría de estos cambios vienen dados por la ineludible adaptación a nuevos escenarios internacionales o globales, derivados del agotamiento o fracaso de los modelos adoptados hasta ahora y que por diversas razones de todo tipo como sociológicas, económicas o climáticas, ha habido que sustituir o adaptar a las nuevas realidades de nuestro mundo.
Una de estas nuevas realidades, es la percepción y el convencimiento tanto científico, como individual, de que un nuevo módelo de producción y gestión de la energía, es necesario. El cambio climático y el agotamiento de los recursos, no ofrecen lugar a dudas, sobre la imperiosa necesidad de consumar la implantación generalizada de sistemas de energías verdes, respetuosas con el medio ambiente y con la biodiversidad. A la vez que evolucionadas científica, tecnológica e industrialmente.
La concienciación colectiva y un cambio de tendencias en los modelos de desarrollo económico y social, han servido en buena parte de caldo de cultivo a la proliferación de nuevas formas de producir energía y de nuevos metodos de gestión de la misma, propiciando la aparición y desarrollo de redes y sistemas, de producción, distribución y consumo de energía, basados en las energías renovables y la eficiencia energética, que poco a poco van conformando su propio ecosistema en el que están involucrados desde productores y suministradores, a instituciones y consumidores. Un caudal de intereses convergentes y con el denominador común de la sostenibilidad del modelo energético.
Si bien la implantación y los avances tecnológicos entorno a estos sistemas, avanza a buen ritmo en los países desarrollados (sobre todo en el entorno de Europa y Norteamérica), no podemos decir lo mismo en países subdesarrollados o en vías de desarrollo, donde las ya de por si complicadas condiciones ecónomicas y sociales, ralentizan la implantación de estos sistemas, cuando no las relegan a utopías dificilmente realizables a corto plazo. Aunque hay que ver de forma realmente esperanzadora, los muchos movimientos y acciones que últimamente están impulsando este tipo de energías en zonas como Africa, Sudamérica o Asia, donde incluso se están implantando soluciones energéticas renovables, que llegan a solucionar carencias básicas en comunidades aisladas energéticamente y que de generalizarse podría suponer una autentica revolución a todos los niveles para estas poblaciones historicamente relegadas al olvido, en cuanto a desarrollo.
Al mismo tiempo los distintos gobiernos y administraciones públicas deben llevar a cabo políticas de regulación y desarrollo más efectivas, para consolidar la implantación de las energías verdes y propiciar el cambio de sistemas ineficientes y poco ecológicos, por estos nuevos sistemas renovables. Otro campo de actuación en el que deberían trabajar las administraciones públicas, es el de la educación y divulgación ciudadana en este tipo de materias. El desconocimiento de parte de la población, de las ventajas y avances de los diferentes sistemas de energías renovables, ralentizan su implantación a nivel particular, donde se pueden apreciar lagunas de información acerca del funcionamiento, características, ventajas y usos, de los distintos sistemas que se pueden implementar en viviendas comunitarias y particulares, negocios y empresas.
Con todo esto, el presente y futuro más cercano, nos presenta un campo de actuación inmenso y prometedor, para profundizar en el desarrollo de este sector, tanto desde el punto de vista productivo, como desde el punto de vista de consumo. Una masiva y razonable implantación de estos sistemas, aportarán desarrollo económico y empleo a niveles locales y globales. Y un consumo más sostenible de la energía, dotará a los usuarios de mayores comodidades y capacidades en su vida cotidiana y propiciará el ahorro y la salud medioambiental del planeta, que al fin y al cabo es nuestra propia salud.