2 de Agosto de 2012
MADRID - Andamos a vueltas con el desempleo, la recesión, los recortes presupuestarios y todo el deterioro económico y social que ello conlleva.
Desde nuestra humilde poltrona de ciudadanos no dejamos de contemplar atónitos como una y otra vez se incide desde los poderes públicos de todos los colores, en tomar decisiones carentes de valentía, innovación y visión de futuro. Y tendentes a ir hacia ninguna parte, que no sea mantener estructuras obsoletas e ineficientes y salvaguardar modelos de desarrollo que ya han demostrado su ineficacia en tiempos de crisis que requieren cambios drásticos y decididos.
No es comprensible como lo que vemos unos cuantos, no son capaces de verlo unos pocos. Eso si, unos pocos que deciden y nos arrastran a todos con sus decisiones.
Es evidente que España no es ese país desastroso que se quiere pintar intencionadamente desde algunos medios y estamentos comunitarios, más bien al contrario, es uno de los países del mundo con mayor capacidad de crecimiento y con mayor diversificación de su economía, con sectores absolutamente dominantes, dinámicos e innovadores a nivel mundial. Y con compañias líderes capaces de crear de la nada auténticos imperios económicos y de desarrollo, que son ejemplo y caso de estudio en las universidades más prestigiosas. Y esto estaría bien decirlo, porque de tanto oir lo contrario, muchos ciudadanos acaban por creerlo.
No podemos hablar en el presente de facilidades, porque no las hay para casi nadie. Pero si que es cierto, que hay sectores que tienen a sus puertas un auténtico vergel sobre el que sembrar una abundante cosecha. Y uno que se mueve entre el emprendimiento, la tecnología, la innovación y la ecoindustria, no puede por menos que ver oportunidades donde nuestros políticos no ven nada, o solo ven arcaicos grupos económicos de presión, que están continuamente tirando de la chaqueta para que no les muevan del sitio. Un sitio desde el que recoger beneficios a costa de ineficiencias, insostenibilidad y a veces, por qué no decirlo, de ciertas tropelías consentidas.
Cuando se habla de economía en tiempos de crisis, se suele aludir mucho a los famosos brotes verdes. ¿Los hay o no los hay? Pues yo diría que sí, pero depende donde. Y desde mi ventana, desde la que veo tecnología, ecoindustria e innovación, la verdad es que veo muchos. Pero esos brotes hay que cuidarlos y tratarlos bien para que crezcan y den su fruto. Y sobre todo hay dotarles de un terreno sano, previsible y bien abonado para que ese crecimiento sea real y sostenible. De lo contrario serán brotes por un día.
Y desde mi ventana veo que si alguien en España puede crear desarrollo, empleo y crecimiento sostenible y sostenido, es el macrosector de la ecoindustria. Un macrosector compuesto por multitud de actividades de varios sectores ligados a la sostenibilidad como son los de residuos, medio ambiente o renovables. Son sectores que tienen empresas muy cualificadas y capacitadas, líderes en muchos casos a nivel mundial y que están aguantando el tipo en tiempos difíciles.
Empresas con soluciones y productos eficientes y eficaces, en muchos casos con grandes dosis de investigación y tecnología propias. Y que por si fuera poco, tienen una cantidad importantísima de potenciales clientes, además de los clientes actuales, que son sus usuarios. Estas empresas y usuarios están pidiendo a gritos a las distintas administraciones que doten de marcos legales y operativos a esta gran cantidad de actividades, para que puedan desarrollar sus capacidades en un entorno seguro, estable y fiable.
Está muy bien tener planes europeos y nacionales para la implantación de renovables y políticas de sostenibilidad, pero a la hora de la verdad, falta una voluntad decidida para implantar el marco de desarrollo adecuado, alejado del totum revolutum actual, que más que facilitar lo que hace es complicar el día a día de estas empresas con sus grandes capacidades, que se quedan en poco, ante la gran amalgama de legislaciones y normativas europeas, nacionales, comunitarias, provinciales y locales.
La ecoindustria bien planificada de forma masiva, supondría tal dinamización para la economía y el crecimiento del empleo, que podría llegar a cotas históricas en las cifras de reactivación económica nacional. Si los gobernantes no quieren adoptar las medidas para llegar a este fin, de forma inminente, deberán explicar a sus conciudadanos a que intereses responde esa actitud desleal con las sociedades a las que representan y que les estan exigiendo cosas de sentido común, ese que por lo visto falta en la clase dirigente.
No hace falta ir muy lejos para ver los ejemplos de los beneficios ambientales, económicos y sociales que una implantacion bien definida y masiva de las actividades de la ecoindustria pueden traer consigo. Los usuarios lo demandan y de hecho ya son una legión de empresas responsables las que aplican políticas de sostenibilidad a sus procesos, apoyándose en los expertos de la ecoindustria, a pesar de la marea normativa actual, lo cual ya es un logro en sí mismo. Logro que los consumidores agradecemos ciertamente, ya que nos da la opción de consumir responsablemente y elegir también con criterios de sostenibilidad.
No perdamos, pues, más tiempo y solicitemos a través de asociaciones, fundaciones, foros y eventos de todo tipo a nuestros políticos que de una vez por todas desarrollen un marco adecuado general, para que todas las capacidades que ya tiene la ecoindustria y las que día a día implementa con nuevas innovaciones e investigaciones, sean un motor que ponga en marcha la maquinaria hacia un potente y decidido desarrollo sostenible, que no perjudica a nadie que tenga fines honestos y que beneficia a todos.
Redacción Ecoindus