17 de Agosto de 2012
La mayoría de los territorios de la cuenca mediterránea española están sometidos a un alto índice de degradación de suelos, en gran parte agravado por la acción humana, en la cual se han perdido una gran cantidad de masa vegetal. Los incendios son quizás los agentes más destructivos en un ecosistema, pues afectan directa o indirectamente a todos sus componentes tanto sobre el medio físico o biológico como el socioeconómico. Cuando se produce un incendio forestal la pérdida de calidad paisajística es lo más fácilmente perceptible, pero otras propiedades, quizás menos visibles pero igualmente importantes, también sucumben al mismo.
En el suelo, la microfauna (hongos, protozoos, bacterias) se ve fuertemente mermada y esto supone una disminución en la calidad del mismo pues a medio plazo la capacidad de mineralizar la hojarasca que se incorpora es muy deficiente y por ende la incorporación de materia orgánica. La desaparición de la cubierta vegetal dispara los procesos erosivos generados por la acción del agua y el viento, también se ve afectada negativamente la recarga de acuíferos.
A fecha de 5 de agosto la superficie quemada por los incendios en el territorio español asciende a 132.299 hectáreas, muy por encima de la media anual. De esta superficie, el 65% corresponde al Arco Mediterráneo, que por sus condiciones de territorio frontera en peligro de desertificación, exige necesariamente realizar programas de restauración ambiental que en el menor plazo de tiempo posible eviten la pérdida definitiva de los ecosistemas.
La rápida recuperación de una cubierta protectora tras los incendios forestales es clave para mitigar la degradación del suelo en áreas sensibles. Hay que actuar rápidamente restaurando con especies que estabilicen la cubierta y puedan dar lugar al desarrollo de las especies arbóreas que históricamente existían en la zona. Las condiciones en las que se realiza estas restauraciones ambientales son muy complejas y no siempre tienen resultados satisfactorios. En los últimos años se han desarrollado e investigado nuevas técnicas que mejoran los niveles de éxito en las actuaciones realizadas tras los incendios.
En esta línea, la Fundación Cajamar lleva desde 2008 promoviendo un nuevo modelo de restauración ambiental que se apoya en cuatro puntos estratégicos: selección de las plantas idóneas de entre las pertenecientes a la serie de vegetación mediterránea, ya que son las mejor adaptadas al entorno; desarrollo de un sustrato que lleva incorporado una enmienda órgano-zeolítica que suple el déficit nutricional de los suelos de las zonas degradadas; inducción del crecimiento de las raíces y proceso de endurecimiento previos a la plantación con el objetivo de prepararlas y adaptarlas a las inclemencias de una zona semiárida; e investigación de nuevos prototipos de macetas biodegradables como soporte ideal para las plantas, junto con la enmienda, para su uso en la fase inicial de la reforestación. Con este tipo de maceta se evita el estrés que las plantas sufren al ser llevadas a su ubicación definitiva, ya que se introducen directamente en el suelo.
Este modelo de restauración ambiental se fundamenta en intervenciones focalizadas estratégicamente dentro de la superficie de actuación. Toda una amplia serie de ensayos se han llevado a cabo en varias parcelas de campo ubicadas en diferentes puntos de la geografía mediterránea (Valencia, Murcia y Almería) con resultados muy satisfactorios, reflejados en el crecimiento de las plantas a lo largo del período de prueba y con una alta tasa de supervivencia y recuperación.